La flora bacteriana es el conjunto de bacterias que conviven en nuestro organismo sin causarnos enfermedad, ya que su principal función es proporcionar un beneficio a nuestra salud.
Hasta hace muy pocos años se consideraba que la leche materna era estéril, pero actualmente se sabe que la leche materna de una mujer sana contiene microorganismos, lo que se conoce como microbiota mamaria. De hecho, esta microbiota se diferencia de la microbiota intestinal y de otras por ser temporal, puesto que la glándula mamaria únicamente secreta leche desde el último tercio del embarazo (precalostro) hasta el final del destete4,38.
Figura adaptada de Delgado et al. (2009)17
Un lactante que ingiera aproximadamente 800 ml de leche al día recibe entre 100.000 y 10.000.000 de bacterias, siendo las que se aíslan con mayor frecuencia de los géneros Staphylococcus, Streptococcus, Enterococcus, Lactococcus y Lactobacillus3,39. Estas bacterias se aíslan fácilmente de leche obtenida en países muy diferentes, lo que sugiere que realmente constituyen la microbiota natural de la leche humana4.
Principales especies y géneros de bacterias aisladas en la leche materna de mujeres sanas.
Al menos una cuarta parte de la flora bacteriana de la leche podría proceder de la microbiota intestinal materna, desde donde migraría para colonizar la glándula mamaria4. Aunque el mecanismo de migración no se conoce con exactitud, está relacionado con la translocación bacteriana.
Las bacterias pueden propagarse de este modo a través del tejido linfoide asociado a mucosas40,43. Las hormonas lactogénicas, que se producen durante los últimos meses de gestación y la lactancia, establecen la ruta enteromamaria, acumulándose células del sistema inmunitario de origen intestinal en la glándula mamaria4. Estos procesos enteromamarios implican la interacción de las células del epitelio intestinal, las bacterias intestinales y las células del sistema inmunitario del tejido linfoide asociado a la mucosa intestinal44.
Además de esta capacidad de translocación, las bacterias del intestino materno deberían reunir, al menos, otras dos propiedades para alcanzar primero el epitelio de la glándula mamaria y, después, el intestino del niño: capacidad para sobrevivir durante el tránsito por la circulación sistémica y capacidad para sobrevivir durante el tránsito por el aparato digestivo4.
Funciones de la flora mamaria
El efecto protector de la leche materna sobre los recién nacidos podría deberse a la acción combinada de una serie de componentes presentes en la leche materna (inmunoglobulinas, ácidos grasos antimicrobianos, lisozimas y lactoferrina entre otros), los cuales podrían inactivar las bacterias y/o los virus patogénicos45.
La leche materna también constituye una fuente excelente y continua de bacterias positivas para el intestino del recién nacido4,39, hasta el punto que las bacterias lácticas desempeñan un papel muy importante en la prevención de infecciones en el bebé46,47,48.
Hay que tener en cuenta que una de las principales causas de muerte en la edad infantil son las enfermedades infecciosas, dentro de las cuales las infecciones respiratorias y gastrointestinales son las más frecuentes45. Los niños que no han sido alimentados con leche materna tienen una probabilidad 17 veces mayor de ser hospitalizados por neumonía que los que han sido amamantados49. Además, algunos estudios sugieren que el riesgo de muerte por diarrea aumenta 14,2 veces en niños no amamantados50.
Asimismo, la lactancia materna se ha relacionado con una menor incidencia de otitis media, infecciones urinarias y meningitis causada por Haemophilus influenzae51.
Además, se ha descrito que la administración de determinados probióticos a los lactantes supone una reducción de la incidencia de alergias52 y de procesos inflamatorios, como la enterocolitis necrosante45. Diferentes estudios han demostrado una mayor producción de anticuerpos en niños amamantados y vacunados frente a la poliomielitis, el tétanos y la difteria53.
La lactancia materna exclusiva durante los primeros meses de vida se ha asociado con tasas significativamente más bajas de asma y dermatitis atópica en la población infantil4. Las bacterias comensales de la leche materna podrían desempeñar un papel en este efecto protector, ya que se ha descrito que algunos lactobacilos de origen humano pueden prevenir la aparición de atopia mediante diversos mecanismos52,54.
Los lactobacilos aislados de leche materna poseen características similares o incluso superiores al de ciertas cepas de lactobacilos comerciales, como L. rhamnosus GG, L. casei inmunitas o L. johnsonii47,48. Además, conviene tener en cuenta que entre las bacterias aisladas normalmente de la leche materna existen algunas especies, como L. fermentum, L. gasseri, L. plantarum, L. rhamnosus, L. salivarius o E. faecium, que se incluyen habitualmente entre las bacterias comensales probióticas4.